El matrimonio de Cesar y Adriana en El Rosal, Cundinamarca

La crónica de nuestro matrimonio

No hay palabras para describir ese momento. Solo a mi mente llega una, magia… todo fue mágico. El día estaba un poco nublado, yo un poco triste porque deseaba ese sol de comienzos de enero. Sin embargo, Dios nos fue regalando por momentos, ese maravilloso calor. Llegó la hora de salir al altar a dar el sí al amor de mi vida. El camino se hizo eterno, y al caminar por tan maravilloso lugar hacia la capilla, el escuchar las campanas sonar, y verlo a él esperándome hizo que mi corazón vibrara fuertemente.

Ahí estaban nuestras familias y amigos, viéndome caminar y él, hermoso elegante, y de ahí en adelante todo fue sublime, los nervios desaparecieron y el sacerdote hizo una ceremonia divina, encantadora, amigable, familiar.

Al salir a las fotos fue encantador, pues en la carretera, todos los carros, motos, buses, nos gritaban vivan los novios. Sonaban los pitos y nosotros felices. Pasaron otros novios en sus carros y gritamos de emoción de saber que había otra pareja celebrando el mismo momento, todo fue alegría. Pero lo más bello fue ver el cielo despejado y el regalo de Dios al darnos un atardecer bellísimo, donde los arreboles estuvieron presentes, conjugándose así con nuestra canción elegida para dar nuestro primer baile, Noche de arreboles del Joe.