El matrimonio de Daniel y Carolina en Copacabana, Antioquia
Al aire libre Verano Azul 4 profesionales
D&C
26 Dic, 2024La crónica de nuestro matrimonio
Todo comenzó el 25 de diciembre. Con el corazón lleno de ilusión, dimos los últimos toques a los preparativos para que el 26 pudiera ser todo lo que soñamos: mágico, inolvidable, perfecto. Desde el exterior, organizamos cada detalle con dedicación y esfuerzo, convirtiéndonos en nuestros propios wedding planners durante un año entero. Este portal fue nuestro aliado en este viaje, una guía invaluable que nos ayudó a encontrar proveedores y soñar en grande con las opiniones y experiencias de otros.
El lugar que elegimos fue un paraíso escondido en Copacabana, Antioquia, rodeado por majestuosas montañas. Con espacio para que 35 personas se quedaran a amanecer, nos aseguramos de que cada momento fuera especial, cómodo y lleno de amor. Fue maravilloso tener todo en un solo lugar: nos arreglamos en una romántica habitación estilo glamping, celebramos la ceremonia en una playa idílica con un atardecer mágico y un arcoíris, disfrutamos un cóctel en el deck con buena música y deliciosos pasabocas, y terminamos la noche con una recepción llena de risas, lágrimas de felicidad y bailes interminables.
Seguir leyendo »La mañana del 26 comenzó temprano. La novia llegó con su madre, su padre, su suegra, sus mejores amigas y las madrinas, cargados de emoción y nervios. Aunque el día parecía gris y cerrado, nuestra mayordoma aseguró: “Hoy no llueve”. Sin embargo, la novia monitoreaba el clima cada cinco minutos, confiando, pero con prudencia.
El novio llegó a las 10 a.m con su hermano y un whisky, su favorito, para calmar los nervios. Ambos pasamos la mañana rodeados de amor, llenándonos de seguridad y abrazos de las personas más importantes en nuestras vidas.
A las 2:30 p.m, llegó el fotógrafo, y con él, la lluvia. Pero justo cuando el reloj marcó las 4 p.m., el cielo gris nos concedió una tregua. Mi padre entró a la habitación, con lágrimas en los ojos, y me dio un abrazo y un beso que jamás olvidaré. Ya había llorado todo lo que podía, pero la emoción seguía a flor de piel. Estaba lista para sorprender al amor de mi vida cantando nuestra canción: "Hay amores" de Shakira.
A las 4:15 p.m., con el corazón latiendo a mil por hora, escuché el inicio de Canon in D. El novio caminaba hacia el altar acompañado de su madre, mi hermano y mi mamá. Cuando llegó mi turno, bajé junto a mi padre, mientras sonaba la marcha nupcial, con un nudo en el estómago y un par de lágrimas de emoción. Nos detuvimos, y entonces comenzó mi sorpresa: saqué el micrófono escondido en el blazer de mi padre y canté nuestra canción. Al verlo llorar de ternura y sorpresa, supe que todo había valido la pena.
La ceremonia fue mágica. El cielo, aún gris, comenzó a abrirse mientras el sacerdote nos daba la bendición. Y justo en ese momento, apareció un arcoíris, como si el universo nos regalara su aprobación.
Después, nos sumergimos en una sesión de fotos natural y llena de risas, capturando lo que realmente somos como pareja. Saludamos a nuestros 140 invitados en un cóctel frente al agua y compartimos dinámicas, abrazos y un atardecer de ensueño.
Cuando llegó la recepción, un pequeño detalle nos tomó por sorpresa: no habíamos elegido la canción de entrada. Tras unos segundos de pánico, decidimos: Te casaste Toño. Era poco convencional, pero rompió el hielo y nos definió perfectamente. Entramos riendo y cantando, entre los aplausos de todos.
El banquete fue un deleite: risotto de piña con salsa de quesos madurados, pollo envuelto en tocineta y una mesa de postres que cautivó a todos. A las 9 p.m, bailamos por primera vez como esposos al ritmo de "Nuestro Sueño" del Grupo Niche, recordándonos que este momento era uno de nuestros más grandes sueños cumplidos.
La fiesta desbordó alegría. Bailamos salsa, disfrutamos música en vivo y cerramos con una chirimía que encendió los ánimos hasta la última nota. Como dice el dicho, "borracho que se respete, come grasita", y a las 11 p.m llegó un carrito de perros calientes para consentir a los invitados. Y para los que ya estaban un poco alicorados o cansados, a la 1 a.m repartimos un consomé de pollo que les devolvió la energía.
A las 2 a.m, cerramos el evento y nos quedamos a amanecer con nuestros seres queridos más cercanos. Al día siguiente, entre risas y anécdotas, compartimos historias inolvidables: el yugo olvidado en la habitación, el pantalón que mi papá dejó en casa, los tíos haciendo pogo, y nuestro amigo de China bailando Gangnam Style.
Fue un sueño hecho realidad, lleno de amor, magia y recuerdos que llevaremos por siempre en el corazón.
Servicios y Profesionales del Matrimonio de Daniel y Carolina




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