El matrimonio de Alejandro y Melanie en Barranquilla, Atlántico

Llegando a la iglesia, donde ya estaban la mayoría de invitados y mi, en ese momento, todavía prometido, me encuentro con que la novia anterior apenas estaba saliendo y tomándose las fotos así que me tocó esperar un rato dentro del carro hasta que todos pudieran entrar y yo poder hacer mi entrada como estaba planeada. Al fin de cuentas llegué a tiempo, ¿no?

Cuando llegó la hora de bajarme del carro y prepararme para la gran entrada pasamos de un adiós tranquilidad a un hola emoción y lloradera. En lo que caminaba y lo veía a él al final con esa sonrisa y los ojos aguados, yo tampoco podía contener las lágrimas, solo quería caminar más y más rápido para llegar donde él. ¡Realmente fue el momento más mágico de la noche! ¡Una vez ya sentados él me miró y me dijo: “te ves preciosa”! ¡Obviamente yo le dije lo mismo porque para mí era el hombre más hermoso del mundo y estaba a punto de ser mío! Tenía un traje vino tinto que para mí fue sorpresa, yo esperaba verlo en uno azul que era lo que me había dicho. Me encantó el vino tinto aún más. ¡Buena elección, amor!

La ceremonia fue hermosa y pasó rapidísimo, lo que fue en una hora, lo sentí como en 15 minutos. ¡No podía creer que ya éramos esposos! Cumplimos nuestro sueño.

Llegamos al hotel donde mi WP ya nos estaba esperando y me dice: “tenemos un problema”. Nuestra hora loca era estilo costeño así que como es obvio queríamos enfocarnos y resaltar el carnaval de Barranquilla, su comida típica, equipo junior, etcétera… así que decidimos contratar una chica que repartiría fritos y un carro de bolis, aparte del millo, y todos los accesorios acordes a la temática. Resulta que los proveedores de la hora loca se habían confundido y solo enviaron a la chica de los fritos, pero… ¿y el carrito? Ya mi WP había hablado con ellos, pero a esa hora no tenían transporte así que me tocó pedirle el favor a uno de mis tíos para que fuera por el carrito. ¡Problema solucionado!

Una vez ya ubicados todos los invitados en sus mesas, estábamos listos para nuestra entrada. Abrimos la pista con nuestra canción y fue tan emotivo el momento donde él y yo bailábamos y nos cantábamos que unos cuantos hasta lloraron. Después del brindis que hicieron mi mamá y mi suegro, y de abrir el buffet con un chico tocando el saxofón divinamente, empezó la fiesta. La pista de baile se llenó desde la primera canción que tocó la orquesta, a ritmo de salsa, merengue, champeta, reguetón y de un grupo vallenato que llegó a media noche, ¡la fiesta fue un éxito! Mientras todos se disfrutaban la fiesta, ya era hora de la hora loca. Así que mi esposo y yo salimos a prepararnos, el con su sombrero del junior y yo con mi antifaz recibimos al millo, a la chica con los fritos y el carrito de los tan esperados bolis.

La entrada la hicimos yo manejando el carrito por todo el salón y repartiendo bolis con mi esposo mientras la chica de los fritos y el millo venían detrás por donde yo pasaba. Realmente fue la fiesta de nuestros sueños, ver a nuestros invitados gozarse la fiesta al máximo fue un sueño hecho realidad. Nuestros amigos extranjeros quedaron enamorados de nuestra cultura, comida, música y bolis.