El matrimonio de Óscar y Luz en Mosquera, Cundinamarca
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Ó&L
26 Mar, 2017La crónica de nuestro matrimonio
Es maravilloso darse cuenta que por lo único que te debes preocupar es cómo y de qué manera debía decir las palabras correctas para la persona que amas, llegar a un lugar diseñado para la nueva pareja, acomodado para toda tu familia e invitados. Los colores, los arreglos… todo es maravilloso. Nunca creí que los cuentos de princesas y todas esas historias de Disney pudieran llegar a ser realidad, estar frente al tiempo y ver como cada segundo que trascurre es el más importante de toda tu vida. Quise que el reloj se detuviera, que el viento no dejara de danzar, pero luego sentí como las manecillas del reloj jugaban con mis emociones.
Los invitados de nuestra boda empezaron a llegar, líderes pastorales, familia, amigos de reunión por una decisión en conjunto, un mar de abrazos, felicitaciones, palabras, y sonrisas se recibieron. Parecía increíble como las personas se maravillaban del lugar, pero no nos imaginábamos lo que estaba por suceder. Mi corazón latía más fuerte, de pronto una voz precisaba que era tiempo de iniciar la boda.
Seguir leyendo »Parecía un operativo militar, el catering listo como soldados, era un operativo del cielo, todos en su lugar, música lista, sillas y gente acomodada, veladoras, aceite, mesas, fotografía, video, todos alerta por que la novia se acerca. Los ángeles descendían, el Padre se acercaba con pasos agigantados, mientras escuchábamos el la, do, do, de un piano que daba inicio a nuestro encuentro. La Tierra Canta fue el himno que preparaba el ambiente para lo celestial.
Mis manos se aferraban fuertemente a mi padre y a mi madre quienes, asombrados por lo que estaba sucediendo, mantenían la calma y la postura, pero sus almas no podían esconder tantas emociones juntas, pues por sus ojos se atravesaban 30 años de esfuerzo y dedicación que en un parpadeo se resumía en unos segundos.
Cuando en un de repente, de tantos que ocurrieron aquel día en aquel lugar, aparece la princesa de tu cuento vestida de blanco perla, adornada por un velo que cubría su coronilla. Su cabello largo, hermoso, sedoso, parecían hilos de agua, vertientes de rizo que caían con libertad, de cobre rojizo; su sonrisa tan elegante, orgullosa, conquistadora; sus ojos mirando al oriente en fe; su cuello y sus muñecas adornadas con accesorios de plata fina; su calzado, de color plata, caminaba con tenacidad y firmeza al ritmo del viento que se acercaba, recordándome que los años se quedan cortos para todo lo que nuestro amor inundará. A su zurda, la acompañaba la mujer que ha sido testigo de sus pasos en esta tierra y quien fuera una de las protagonistas de este relato.
Mi espíritu estalla en felicidad y mi alma intenta derramarse en mis ojos. La más preciosa voz, que cualquier oído jamás escuchó, le dicta a mi corazón: “Bendeciré tu matrimonio y todos los días con la mujer de tu juventud, pues yo sellaré mi pacto en ustedes y mi presencia habitará en tu hogar día y noche”. Luego, simplemente, mi alma se derramó.
La madre de mi amada me hizo entrega de un pedazo muy grande del corazón de Dios, sus palabras fueron contundentes, respeto y cuidados fueron sus primicias. Mis padres entregaron su corazón a mi amada, mi padre nos tomó por los hombros mientras su cordura contenía sus lágrimas, su voz entrecortada y fuerte nos bendijo, nos daba su mejor y único consejo sobre todo consejo: “Ámense”. Intercambiamos regalos, entrelazamos nuestros brazos, fuimos caminando al encuentro con Dios para que en presencia suya diéramos el sí y sus promesas hicieran de las suyas en nuestro “felices por siempre”. Cuando giramos el rostro a nuestros invitados, sentimos como se reavivaba el amor, como las familias se empezaban a reconciliar, en un día en que el cielo era gris, que parecía asomarse la lluvia, en un cromatismo de colores fríos "el cielo se abrió" y el fuego se avivó, la bendición se derramó por todo el lugar, muchas promesas emergieron del mar para iluminar ese día a cada una de las parejas e invitados que habitaron en ese lugar.
Aunque invitamos a muchas personas, en realidad fuimos tres a quienes el tiempo no hizo mella. Fuimos íntimos, el Padre, mi esposa y yo. Fue como un manto muy grande el que recibimos, parecíamos cubiertos por una nube espesa, incorruptible. Olvidamos el ayer y nos dedicamos al hoy, firmamos ante el Padre con un sí, sellamos nuestro amor con un beso y un beso en la frente de mi amada que juraba: “Siempre estaré contigo”. Salimos en medio de una avalancha de abrazos, felicitaciones, besos, lágrimas de felicidad siendo uno solo: marido y mujer nos hizo. Ahora, solo nos quedaba disfrutar de este tiempo juntos.
De la mano caminamos por un pasillo al encuentro con los nuestros, fue como la entrada a un estadio donde la familia y un millar de ángeles aplaudían sin cesar nuestra entrada triunfante, sorprendidos por la gama de colores que rebosaban del lugar. Las palabras de nuestros amigos y familia más cercanos apartaron toda distracción, dimos nuestro primer baile como esposos; tardes y noches de ensayo hicieron de nuestra intimidad una danza. Una vez finalizado el evento, al subir a nuestro vehículo un manto de paz duradera posó sobre nosotros. Sentimos que todo nos fue perdonado, sentimos que todo debe estar en donde en verdad tiene que estar, todo está en su lugar. Jamás olvidaremos las manos que estuvieron detrás de este sublime momento, todo el esfuerzo, la creatividad y la sorpresa fueron el sazón a tan maravillosa preparación, fotografía, vídeo, la labor de todo el equipo. La mano de Dios estuvo con ellos, no hay sinónimo que reemplace todo lo que Bodas y Eventos con Clase logró en nuestra boda.
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